Carmen Laforet fue una escritora catalana que tuvo su mayor esplendor en los turbulentos tiempos de la posguerra española. Laforet llevó una existencia triste a pesar del sitial rutilante que alcanzó en las letras españolas. Inconvenientes personales y de su entorno social la forzaron a un retiro temprano y voluntario. Entérate a continuación de mucho más.
Carmen Laforet
En Barcelona, un 6 de septiembre de 1921 fue cuando arribó a la vida la escritora española Carmen Laforet Díaz. Su padre fue arquitecto e igualmente maestro de la Escuela de Peritaje Industrial, su madre se formó en una escuela religiosa para niñas pobres y más adelante, logró una beca para estudiar educación, es allí cuando se encuentra la pareja.
En 1923, apenas contando ella con un par de años de edad, su familia se marcha a Canarias. Tras finalizar su nivel de bachillerato a los dieciocho años, resolvió retornar a Barcelona para cursar las carreras de filosofía y letras y derecho, no terminando ninguna de ellas. Muy descontenta con su trayectoria universitaria se marchó a residir a Madrid a sus veintiún años.
En dicha ciudad llegaría a conocer al periodista y comentarista literario Manuel Cerezales, quien la alentó para que continuara con su recién principiada carrera en letras. No fue sino hasta un par de años después, en 1944, cuando su vida experimentaría un cambio insospechado al postular su novela «Nada» en el recientemente creado Premio Nadal, concedido por Ediciones Destino.
Pese a que entre los competidores por dicho galardón se encontraba un escritor de reputada trayectoria como lo era el periodista César González Ruano, el jurado se inclinó por la joven anónima. En la prensa nacional fue mostrada su fotografía y se le exaltaba como toda un acontecimiento literario. Y no fue nada menos ya que «Nada» alcanzó tres reimpresiones en el mismo año de su edición.
Renovadora de las Letras Españolas
Dos años después de su victoria literaria, su vida privada igualmente se modificó de modo positivo al contraer nupcias con Manuel Cerezales, con el que procrearía cinco hijos, dos de los cuales devinieron en escritores, Cristina y Agustín.
Temprana Consagración
Reconocida ya como una de las más aventajadas narradoras de la realidad de España de esos tiempos, los años que vinieron a continuación fueron grandiosos. Para 1948 la Real Academia Española la galardonó con el Premio Fastenrath por su novela precursora, al tanto que ella proseguía escribiendo de manera incesable cuentos y columnas periodísticas. En los años cincuenta y sesenta Laforet disfrutó gustosamente del éxito.
Su creación literaria dejó en ese lapso tres marcas determinantes, las novelas que prosiguieron a «Nada». Para 1952 fue publicada «La Isla y los Demonios», en la cual rememoraba sus años infantiles y adolescentes en Canarias. Tres años después salió a la luz «La Mujer Nueva», una denominación que podría definir su vida en ese tiempo, pero que era verdaderamente la crónica de su «reconversión» al catolicismo después de algunos años de ateísmo.
Esta obra fue la triunfadora del Premio Menorca de Novela y para el próximo año le hizo merecedora del Premio Nacional de Literatura concedido por el Ministerio de Cultura, aunque igualmente le ocasionó más de un inconveniente con la censura eclesiástica. Para 1963 su creciente reputación motivó que Editorial Planeta mostrara interés por su obra y editara «La Insolación», dispuesta como la entrega inicial de una trilogía denominada «Tres Pasos Fuera del Tiempo».
Años de Retiro Voluntario
Por unos años más prosiguió editando relatos breves, ensayos y hasta un texto de viajes en 1967 («Paralelo 35»). Empero la buena fortuna que la había hecho compañía hasta la fecha comenzó a esfumarse. En los años setenta sufrió de reiteradas depresiones, el distanciamiento de su marido y un retiro cada vez más pronunciado de la vida pública.
Jamás abandonó la escritura, pero sus escritos iban quedando inconclusos, en ocasiones abandonados ya que su pretensión de perfeccionismo se transformó en una obsesión. Tras tanto tiempo siendo admirada por sus lectores, los problemas económicos, las envidias y disputas de los clubes literarios, así como un entorno político-social en el que se percibía extraña, la fueron conduciendo a un aislamiento voluntario.
Justamente de los motivos de su retiro y búsqueda de la privacidad cuenta «Puedo Contar Contigo» (2003), una serie de cartas entrecruzadas con su amigo Ramón J. Sender, a quien llegó a conocer en 1965 en su viaje a Estados Unidos, por invitación del Departamento de Estado.
Fueron totalizadas 76 misivas en las que la autora le habla acerca de su vida familiar, los hijos, sus conflictos de ser y escribir como mujer, la incertidumbre de cara a su obra de la que se presenta muy crítica.
Muerte de Carmen Laforet
El compendio y edición de los escritos fue realizado por su hija Cristina Cerezales en 2003. Con el paso de los años, la memoria de la fructífera autora se hacía débil al tanto que salud física mermaba. Por último, vencida por el Alzheimer, murió el 28 de febrero de 2004.
Pese a que un par de años antes de fallecer su nombre llegó a plantearse como candidata al Premio Príncipe de Asturias de las Letras, su mejor retribución en las últimas décadas fue el apoyo del público, que no la abandonó y que posibilitó las constantes reimpresiones de «Nada».
Ediciones Destino resolvió recientemente recuperar toda su obra con un proyecto de publicación de dos libros cada año y la progresiva traducción al inglés de sus escritos. Importante rol desempeña en este plan la edición de «Al Volver la Esquina», una obra inédita, la cual fue redactada en la década de los setenta a modo de diario sobre un maduro pintor nada convencional, la cual sería la segunda parte de la trilogía que se inició con «La Insolación».
Libros de Carmen Laforet
Entre las libros escritos por Carmen Laforet se encuentran «Nada» (1945), «La Isla y los Demonios» (1950), «La Mujer Nueva» (1955), «La Insolación» (1963), Puedo Estar Contigo (2003) y «Al Volver la Esquina» (2004), como prosecución de la anterior. Asimismo redactó una doce de relatos y novelas cortas, así como numerosos escritos y artículos de prensa. A continuación algunas sinopsis de sus novelas más relevantes:
Nada Carmen Laforet
De manera perpetua el nombre de Carmen Laforet permanecerá unido en la memoria colectiva a su más acabada creación, «Nada». Como una imitación de su propia existencia, la narración prosigue el recorrido iniciático de la joven Andrea, quien a finales de 1939 arriba a Barcelona, colmada de ilusiones y con voluntad de emprender sus estudios en la universidad.
Empero sus aspiraciones juveniles tropiezan con el mundo gris, henchido de violencia representado por su abuelas y sus tíos, que la amparan en su casa. Laforet supo divulgar en este libro, redactado con un estilo literario que significó una brisa de aire fresco en la prosa de ese tiempo, el sosegado agonizar de la modesta burguesía de posguerra.
Las figuras adultas de la novela deambulan desorientadas por una región colmada de temores y heridas mal curadas. Delante de ellos, Andrea y su amiga Ena simbolizan una nueva generación que contemplan cómo sus anhelos de establecer un mundo distinto son de manera sistemática abortados.
«¡Son muchos días sin importancia! Los días sin relevancia que habían pasado desde mi arribo me pesaban encima», nos manifiesta Andrea en su crónica. Con su acento desesperanzadamente existencialista, «Nada» es una narración urbana y eternamente moderna, elemento esencial del realismo literario de posguerra.
En el yermo escenario de la posguerra española fueron contadas las voces literarias que se levantaron sobre el silencio y mucho menos las de las mujeres, zaga hogareña de un país bajo el yugo militar y machista. Empero fue en ese ambiente poco favorecedor en el que una joven de veintitrés años asombró a todos con su novela inicial, que lograría la gloria en la literatura española y universal.
Carmen Laforet, la mujer delicada, tímida y esquiva, que en ocasiones llega a pasar como la protagonista de la novela que la hizo famosa, supo adueñarse de una posición sobresaliente a la par de otros autores de su generación como Camilo José Cela, Antonio Buero Vallejo o Miguel Delibes, quien la reseñó con mucho acierto como «la mujer nueva en una época de escasa presencia femenina en la literatura».
Efectivamente, Carmen Laforet, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite y Josefina Aldecoa fueron algunas de las pocas féminas que retaron el sombrío rol apartado para la mujer en la España franquista.
Apagado el brillo de la Generación del 27 y con gran cantidad de escritores afectados por la guerra o en el penoso destierro, la generación posterior a la guerra abría senderos nuevos a las letras. Prontamente Carmen Laforet alcanzó el respeto y la fascinación de sus coetáneos, como Juan Ramón Jiménez, quien, comentando la pieza maestra de la autora, señalaba «la hermosura tan humana de este texto que se alimenta hoja tras hoja de la esencia misma de la escritura».
Ciertos críticos de tiempos recientes han considerado a «Nada» como una obra equiparable a «Cumbres Borrascosas» de Emily Brontë. De su lado, Otero Barral, editor de Laforet, aludía, en referencia a la muerte de la escritora, a su «talento ilimitado» y no titubeaba en comprarla a Virginia Woolf por su estilo moderno como mujer.
Cualquiera sea el caso, «Nada» sería (después de Don Quijote de la Mancha, La Familia de Pascual Duarte o Cien Años de Soledad) una de las novelas en lengua española con mayor numero de traducciones de la historia.
La Mujer Nueva Carmen Laforet
Paulina, es una mujer de edad intermedia quien se ha separado de su marido y cuyo casamiento ha sido anulado por las coincidencias discordantes de la Guerra Civil, Resuelve hacerse independiente y comprobar que puede desenvolverse por sí misma, adaptándose a un apartamento en Madrid y, de ser necesario, encargándose de su hijo.
Es una existencia novedosa, colmada de horizontes ignorados, donde nuevamente se le revela el amor y detenta una entusiasta relación amorosa. Esta crónica podía parecer usual en nuestra época pero «La Mujer Nueva» fue redactada en los años cincuenta, en tiempos de la posguerra y en un período de gran tiranía franquista lo que hace a este texto precursor en España de una literatura feminista.
Puedo Estar Contigo
Israel Rolón Barada logró reunir en esta publicación las cartas que fueron intercambiadas entre Carmen Laforet y Ramón J. Sender. A pesar de que la misiva inicial se remonta a 1947, tiempo en que el autor lee la novela de Laforet, «Nada», la correspondencia comprenden fundamentalmente una década: de 1965 y 1975.
Al leer Sender la novela «Nada» resuelve escribir a Carmen Laforet para notificarle lo que le había encantado de su novela. El autor solo obtendrá contestación unos dieciocho años más tarde. En esta primera epístola de Laforet le señala que desconocía que él era escritor, excusándose por no haberle contestado antes. Desde entonces, se principia la correspondencia entre ambos.
Al Volver la Esquina
En tiempos de escasez y miseria, el protagonista, un pintor despreocupado queriendo darle sentido a su existencia, se deja arrastrar por viejos sentimientos amorosos y resuelve compartir su vida con una familia extraña entregada a la excentricidad y a la frivolidad. Va en unión de una niña que, inicialmente, sólo le hace compañía en una travesía de dos días y que, a la larga, termina igualmente transformándose en una integrante más de esa insólita organización familiar.
Melancolía, amor, envidia y amistad son los ingredientes con los que Carmen Laforet urde esta excelsa novela en que su ingenio se ocupa de la creación de un ambiente peculiar, hedonista y de diverso cromatismo dentro del mundo gris que le sigue a la guerra española.
«Al Volver la Esquina», redactada en los años setenta, es mucho más que la simple revelación de una obra inédita de una de las autoras más brillantes de la segunda parte del siglo XX; es una distinguido aporte a la novelística española y un texto de madurez narrativa que coloca el broche de oro a la breve y reluciente obra de la autora de «Nada» y «La Insolación».
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